Este es el esclarecedor epitafio que dedicó el poeta
Simónides al contingente espartano muerto en las
Termópilas a las órdenes del inmortal rey Leónidas.
Este hecho, la autoinmolación de unos soldados en
defensa de unos ideales de libertad y ciudadanía frente
al intento de subyugar a la civilización griega por parte
del imperio persa es la base del mito y la clave para
entenderal pueblo espartano, como reflejo de una
sociedad que era capaz de sacrificar a sus ciudadanos
en el campo de batalla siguiendo los dictados del
estado, por obedecer la ley de la que ni los reyes
estaban exentos y cumpliendo a rajatabla un código
ético que acompañaba al espartano de pleno derecho
desde su nacimiento hasta su muerte.
Temidos, odiados y amados al mismo tiempo, el
guerrero espartano ha llegado hasta nuestros días
como imagen insuperable de sacrificio y abnegación
por la comunidad, la obediencia al estado y el
desprecio por la propia vida en aras de las leyes de
Esparta, concepto al que temían más que a la propia
muerte.